El P. William Daly fue el primer Oblato de Irlanda. Tras estudiar en Marsella, fue ordenado en 1841 y enviado a Inglaterra e Irlanda para investigar la posibilidad de un establecimiento.
El sacerdote de Penzance deseaba que una congregación religiosa se hiciera cargo de la parroquia y Eugenio aceptó que el P. Daly fuera a Penzance en enero de 1843, para supervisar la terminación de la iglesia y ver la atención pastoral de la gente de la zona. Más adelante se le unió un sacerdote secular y juntos establecieron firmemente la fe en Penzance y evangelizaron el área alrededor, donde establecieron varias estaciones para celebrar Misas. Eugenio comentó:
“Recibí noticias muy satisfactorias sobre la misión de Penzance, en Inglaterra, que se extiende a todas las regiones colindantes, que reciben al misionero con verdadero agrado; las conversiones se multiplican”.
Carta al Presidente del Consejo de la Sociedad Misionera de Propagación de la Fe en Lyon, Febrero 6, 1845, EO V núm. 91
REFLEXIÓN
“Nadie tiene derecho de escuchar el evangelio dos veces, mientras haya alguien que no lo ha escuchado nunca”. (Oswald J. Smith)
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Eugenio expresó, tal vez con un poco de exageración Mazenodiana:
“A decir de los Obispos ingleses que tengo oportunidad de conocer al pasar, nuestra Congregación es la más estimada de todas las que están en Inglaterra, y los Obispos se disputan tenerla en sus diócesis…”.
Carta al Obispo Bruno Guigues, Mayo 10, 1849, EO I núm. 118
Desafortunadamente, se han conservado muy pocas cartas respecto a los primeros años de la provincia Anglo-Irlandesa. Sin embargo, esta misión fue importante por más de un siglo para enviar a los misioneros Oblatos a todo el mundo, por lo que en las próximas entradas me dedicaré a comentar sobre su historia a través de otras fuentes.
REFLEXIÓN
“El espíritu de Cristo está las misiones. Mientras más cerca nos encontremos de Él, más se incrementa nuestra fuerza como misioneros”. (Henry Martyn)
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“Celebré el aniversario treinta y ocho de mi ordenación al sacerdocio, como es costumbre, en la capilla interior del monasterio de las Hermanas Capuchinas, donde siempre recibo el testimonio más emotivo del afecto filial de estas santas damas. Pasé el resto del día en el Seminario Mayor con quienes se prepararán en retiro para la ordenación mañana. Después de la oración vespertina y antes de salir, les hablé de mi certeza de que mantendrán la inspiración que han recibido del Espíritu Santo durante estos días santos”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Diciembre 21, 1849, EO XXII.
REFLEXIÓN
«De la Eucaristía proviene la fortaleza para vivir la vida cristiana y el celo para compartirla con el prójimo”. (San Juan Pablo II).
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“El Obispo de Dijon escribió solicitando alguna información acerca de la asociación de Adoradores del Santísimo Sacramento que aprobé el 30 de junio de 1848 y le respondí que autoricé esa asociación pues consideré que la idea era edificante y que los promotores de la devoción eran todas personas sumamente piadosas, que con razón daban gran valor al éxito de su tarea.
También comenté que al principio temí que esta nueva asociación infringiera a la anterior, que ha estado activa por mucho tiempo en mi diócesis, tarea del instituto de nuestras Hermanas del Santísimo Sacramento, cuya casa central está en Marsella, pero de hecho no interfirieron entre ellas, y nuestro Divino Salvador fue más honrado en el sacramento de su amor”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Noviembre 4, 1849, EO XXII.
REFLEXIÓN
Para responder a las necesidades materiales y espirituales en su diócesis, el Obispo Eugenio fundó muchas asociaciones de laicos que se dedicaron a aspectos específicos de su ministerio. Con su gran devoción a la Eucaristía, podemos comprender porqué extenderla estaba tan cerca de su corazón.
«El tiempo que pasas con Jesús en el Santísimo Sacramento, es el mejor que puedes pasar en la tierra. Cada momento con Jesús profundizará tu unión con Él, y hará de tu alma perenne más gloriosa y hermosa en el cielo, ayudando a atraer una paz más duradera en la tierra”. (Madre Teresa de Calcuta)
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Esta entrada en el Diario nos da una clara idea de la capacidad de trabajo de Eugenio: era Superior General de los Oblatos en 4 continentes, Obispo de la segunda diócesis más grande de Francia, manejaba asuntos con las oficinas del Vaticano, y participaba en asuntos políticos respecto al Papa, que estaba exiliado en Gaeta, fuera de Roma. No le era posible ya resumir todas las cartas en su diario.
“Ya no citaré mi correspondencia. Ha aumentado mucho y es realmente abrumador. ¿Cómo es posible que yo solo pueda estar al corriente con nuestras casas en Francia, en Inglaterra, las misiones en Canadá y el resto de América, así como Argelia y Ceylán? ¡Es demasiado para uno solo! ¡Y, además, los obispos, Roma, Gaeta y ahora Nápoles, aparte de los asuntos de mi diócesis!”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Octubre 21, 1849, EO XXII.
REFLEXIÓN
«Muchos nos sentimos estresados y abrumados, no porque estemos abarcando demasiado, sino por no tener suficiente de lo que nos fortalece”. (M. Buckingham)
El secreto para que Eugenio pudiera sacar adelante sus responsabilidades abrumadoras, era su relación existencial y llena de vida con Jesucristo.
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El Obispo de Ajaccio, Córcega, no estaba contento con que Eugenio hubiera enviado al P. Berne, de 26 años, para ser profesor de teología en el Seminario Mayor. Eugenio le escribió al joven Oblato para tranquilizarlo.
No te preocupes. Todo tiene un principio, y cuando se tiene la instrucción, la prudencia, la reserva y la modestia que tienes, nadie te discutirá; además de la dulzura y otras cualidades que te conozco. No hay que preocuparse por las decisiones tomadas, ni por la responsabilidad asumida.
Los comentarios de Mons. de Ajaccio son una de esas groserías que se perdonan a quienes no han recibido una educación brillante y antes de permitírselos, habría sido mejor informarse sobre quién eres. Me obliga a decirle, que le deseo y a todos sus semejantes, hombres como tú para directores del seminario…
Responde, mi querido hijo, a los comentarios de hombres superficiales, esforzándote más en todas tus tareas. Pide por mí y recibe mi bendición paternal, desde mi corazón…
Carta al P. Berne, en Ajaccio, Noviembre 25, 1849, EO X núm. 1027
REFLEXIÓN
«Nunca desprecies los comienzos modestos y no menosprecies tus logros. Recuérdalos y úsalos como inspiración en el futuro”. (C. Guillebeau)
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Con María y San Eugenio nos maravillamos ante el nacimiento de nuestro Salvador.
Una bendita Navidad a cada uno de ustedes y a sus queridos.
Las reflexiones diarias comenzarán de nuevo con la llegada de los Reyes Magos el 6 de enero.
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Escribiendo desde Roma, donde debía participar en la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, Eugenio escribió a los Oblatos en Marsella.
Es necesario que el mismo día de la fiesta se exponga el Santí-simo Sacramento sobre las once de la mañana, que es la hora en la que el Papa va a proclamar la definición dogmática anunciada y, después de la oración de acción de Gracias, se cantará también con santo entusiasmo el Tota Pulchra es, etc. Es lo mínimo que podríamos hacer para manifestar nuestra alegría y nuestra gratitud con motivo de este gran acontecimiento del que nadie debería ale-grarse más que nosotros, hijos de María Inmaculada, nosotros, miembros de la Congregación que milita bajo ese hermoso nom-bre, verdadera prerrogativa personal por la institución del jefe mismo de la Iglesia, el gran Papa León XII.
Apruebo de antemano todo lo que se haga para solemnizar más que nunca la fiesta de la Inmaculada. Que se ilumine la santa montaña el doble de lo que se hace para la fiesta de agosto. Hay que provocar fuegos de alegría, no descuidar de hacerlo en Mon-tolivet, hay que iluminar todas las ventanas de nuestra casa de la Guardia, la fachada del Calvario. En una palabra, haced todo lo que podáis para manifestar los transportes de alegría que sientan todos los verdaderos hijos de María.
Carta al P. Casimir Aubert en Marsella, 28 de noviembre de 1854, EO XI n 1255
REFLEXIÓN
Debido a la estrecha relación que mantuvo con María a lo largo de su vida, ella le acompañó hasta el fruto de su vientre: Jesús. Que aprendamos a mirarla como nuestra madre y nuestra compañera de fe en nuestra peregrinación cristiana, para que pueda mostrarnos el fruto de su vientre, tal como se realiza en nuestra propia muerte.
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En febrero de 1849, el Papa Pío IX había consultado con todos los obispos del mundo y solicitado su opinión sobre la posible proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.
“¿Qué dice sobre la hermosa decisión que se prepara acerca de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen? Estamos contentos de haber sido llamados con nuestro voto a tan gran acontecimiento. Escribí al Papa que jamás un decreto de la Santa Sede habrá sido tan magnífico, apoyado en el juicio de Iglesia dispersa en todas partes del mundo. Es más que un Concilio General. Mi respuesta al llamado del Jefe de la Iglesia, como los Padres del Concilio fue, “judicans subscripsi”. A petición del Papa”.
Carta al Obispo Bourget en Montreal. Mayo 10, 1849, EO I, núm. 117
REFLEXIÓN
“Hoy contemplamos a la humilde niña de Nazaret, quien, por un privilegio extraordinario e inefable, fue preservada del contagio del pecado original y de todo pecado, para que pudiera ser la morada del Verbo Encarnado. En María, la Nueva Eva, Madre del Nuevo Adán, el original y portentoso plan de amor del Padre fue restablecido de una forma aun más poderosa.
Por ello, la Iglesia proclama con agradecimiento: “A través de ti, Virgen Inmaculada, recuperamos la vida perdida. Recibiste a un hijo del cielo y entregaste al mundo un Salvador”. (San Juan Pablo II)
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Al reflexionar sobre los logros a través del celo de su familia misionera, Eugenio exclamó:
“Hay que destacar que lo milagros realizados por el ministerio de los nuestros, se atribuyen a María Inmaculada”.
Carta al P. Hippolyte Courtès en Aix en Provence, Enero 11, 1847, EO X núm. 920
REFLEXIÓN
«María Inmaculada… recibe a Cristo para darlo al mundo del que es única esperanza, los Oblatos reconocen el modelo de la fe de la Iglesia y de la suya propia”. (Constitución 10 OMI).
María, maestra de la fe, quien por tu obediencia a la Palabra de Dios cooperaste de forma notable a la tarea de la redención, ayúdanos a escuchar la Palabra y a ponerla en práctica en nuestros días.
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