“Quiero decirte también que el P. d’Herbomez partió con los Hnos. Surel y Janin para Oregón, donde la necesidad era urgente. El buen Padre comenzará su misión en el navío, con unos sesenta pasajeros que se encuentran con él. El barco está bien acondicionado y esperamos llegará al puerto de San Francisco en California, desde donde nuestros viajeros se dirigirán a Oregón, que está a 150 leguas de distancia. Así, mi querido amigo, todos los nuestros trabajan por la gloria del Maestro, en beneficio de toda la familia. Recomienda a nuestra buena Madre a esos hombres consagrados y generosos, que tienen por delante tanto sufrimiento en cumplimiento del ministerio sagrado que han elegido, con todo el celo que solo podremos admirar. Tal vez lo que más me edifica es la diligencia y alegría con la que los Hermanos emprenden esta misión, de la que no se les han ocultado las dificultades y sacrificios inevitables a los que los exponen”.
Carta al P. Jean Viala, en N. D. de Bon Secours, Diciembre 4, 1849, EO X núm. 1030
REFLEXIÓN
Solo podemos admirar a estos valientes misioneros que salían a un largo viaje de varios meses, llenos de alegría por compartir con los más abandonados los tesoros revelados, al enseñarles quién es Jesucristo, y la diferencia que Él hace en las vidas de las personas.
¿No es acaso una invitación para renovar nuestro agradecimiento por el don de la fe y para pedir el valor y la alegría de compartirlo con los más abandonados a nuestro alrededor?