En 1837, el Obispo de Mazenod estaba en Gap y describe su ministerio con los condenados a muerte.
Mi ceremonia del domingo ha sido una maravilla. No sólo he confirmado a un pobre condenado, pero para sancionar con mi ejemplo los principios que he sostenido , le he dado la comunión en la misa que he celebrado en la capillita de la prisión, en presencia de todos los prisioneros que lloraban todos, así como el paciente y los demás asistentes, ante los dos discursos que creí deber hacer, uno antes de la comunión, el otro antes de la confirmación. El abate Lagier me prometió que seguiría mis huellas y que el día de la muerte diría la misa en la prisión y daría la comunión de nuevo al paciente. ¡Bendito sea Dios! Aunque sólo hubiera logrado ese bien en mi viaje, me sentiría resarcido de mi esfuerzo.
Carta a Henri Tempier, 18 de julio 1837, E.O. IX n. 629