Los benefactores que hacen posible la capacitación y ministerio de los Misioneros, son en efecto misioneros ellos mismos, compartiendo en forma real los frutos de la misión.
Se dice en algún pasaje de la Sagrada Escritura que el que recibe al profeta, como profeta, recibirá la recompensa del profeta (ed. Mt. 10, 41); siempre he pensado que esa consoladora palabra debía ser aplicada con toda la razón a los que proporcionan a los ministros los medios para ejercer su ministerio.
Recibirán la recompensa del ministro; cuanto más sublime es el ministerio, más importantes los resultados y más penosos los trabajos, mayor será también la recompensa, no sólo para el ministro que realiza las funciones con celo, sino también para aquel que le ha posibilitado el cumplirla.
Lo benefactores por tanto, no aportan sólo los medios financieros, sino son misioneros en un sentido real, a quienes Dios les recompensará su generosidad al céntuplo.
Ve, Señora, que no pretendemos presentarle nuestro agradecimiento con unos simples cumplidos ni con palabras, sería reconocer muy poco cristianamente unos beneficios que emanan de una fuente tan pura para ser pagados así. Dios es la garantía de nuestra deuda. Su infinita bondad se encarga de pagarla al céntuplo.
Carta a Madame de Servan, el 20 de agosto 1818, E.O. XIII n.15
Hoy en día los Misioneros Oblatos siguen el mismo sendero:
Fieles a la tradición oblata, las comunidades pondrán empeño en promover la Asociación misionera de María Inmaculada para la formación del laicado y la participación en la espiritualidad y el apostolado de los Oblatos
CC&RR, Regla 37b