Después de la visita a Nuestra Señora du Laus, Eugenio describió el lugar y la evangelización que los Misioneros habrían de realizar desde ahí:
Hemos formado un establecimiento en Ntra. Sra. de Laus: lo que nos pone en relación directa con la diócesis de Gap, de Digne, de Embrum y de Sisteron.
Nos hemos hecho los guardianes de uno de los más célebres santuarios de la Ssma. Virgen, en el que Dios gusta manifestar el poder que ha otorgado a esa querida Madre de la Misión.
En ese momento los Misioneros no tenían una identidad Mariana específica, pero al trabajar en Laus comenzó a manifestarse, al comprender que los santuarios Marianos formaban parte de su trascendencia misionera. Hasta entonces, los Misioneros habían salido a predicar misiones, pero aquí los peregrinos llegaban a ellos, por lo que el santuario se convirtió en un lugar permanente de misión con quienes acudían.
Más de 20.000 almas acuden todos los años para renovarse en el espíritu de fervor a la sombra de ese santuario verdaderamente imponente y que inspira un no sé qué que lleva maravillosamente hacia Dios.
El objetivo del santuario era el mismo de las misiones parroquiales: llevar a los más abandonados la conversión a una vida de plenitud a través de Dios.
Además de los peregrinos, la iglesia del santuario fungía también como parroquia local para la aldea de Laus. Es importante hacer notar que Eugenio no deseaba que sus Misioneros en Francia fueran párrocos como tal. Aceptaron el cargo como una parte básica del centro misionero de peregrinación y por ende, como parroquia local.
En los fríos meses de invierno, cuando disminuía la llegada de peregrinos al santuario, los Misioneros salían a las aldeas cercanas a predicar el Evangelio en prolongadas misiones parroquiales.
Desde ahí después de haber predicado la penitencia a esos buenos fieles y haberles exaltado las grandezas y las glorias de María, nos extenderemos por las montañas para anunciar la palabra de Dios a esas almas sencillas, mejor dispuestas para recibir esa divina semilla que los habitantes demasiado corrompidos de nuestras regiones.
Carta a Pierre Mie, octubre 1818, E.O. VI n.31
En la Virgen que recibe a Cristo para darlo al mundo del que es única esperanza, los Oblatos reconocen el modelo de la fe de la Iglesia y de la suya propia.
CC&RR OMI, Constitución 10