EL FUTURO DE LOS MISIONEROS AMENAZADO DESDE ADENTRO

Eugenio aprovechó el retiro anual de los Misioneros para presentarles las Reglas que había recopilado. El retiro se realizó del 23 al 31 de octubre de 1818. Puesto que los sucesos del retiro y nuestro primer Capítulo General fueron un paso importante en el desarrollo de la identidad de los Oblatos, los presentaré con algún detalle, permitiendo que algunos de los biógrafos de ese período nos cuenten la historia.

Al reunir a todos los miembros de la pequeña Sociedad, el P. de Mazenod, les comunicó las Reglas y Constituciones propuestas. Hizo coincidir su lectura con los ejercicios del retiro anual, que usualmente comenzaba el 23 de octubre. Leía en forma diaria a los seis sacerdotes del Instituto una parte de su manuscrito, comentando y explicando artículo por artículo

Rey I, pág. 233. Citando el “Diario” de Marius Suzanne

Leflon continúa la historia:

Los seis sacerdotes, Padres Tempier, Mye, Moreau, Deblieu, Maunier y Aubert, aceptaron la primer parte de los objetivos de la Sociedad. Al llegar a la parte de los votos, hubo una resistencia que daba un fuerte indicio de ser insuperable. Sólo Tempier y Moreau aprobaron las propuestas del Superior General; los demás formaron un bloque de rechazo. A pesar del tono mesurado del lenguaje de los registros oficiales, de los testigos presenciales e historiadores Oblatos, se puede deducir que la reacción más bien fue bastante acalorada.
Al llegar a vivir en el antiguo monasterio Carmelita, los miembros no tenían intención de abrazar la vida religiosa o de hacer votos de por vida a la Sociedad. Por el contrario, habían llegado en el entendimiento de tener completa libertad de “permanecer o retirarse” cuando les placiera.
Aún más, se había acordado al entrar a la Sociedad, que no se trataría más que de una sencilla asociación de sacerdotes seculares viviendo en común, con el propósito de dedicarse a las misiones. Ahora todo había cambiado y comenzaron a presentarse dudas respecto a la buena fe del Fundador.
La situación se volvió extremadamente seria. De permanecer firmes los cuatro disidentes, el Superior no sólo se vería obligado a renunciar a la fundación en Laus y cancelar los tratos hechos en el Obispo Miollis, sino que la Sociedad que deseaba reforzar, muy probablemente se desintegraría.
Su autoridad personal, que hasta entonces había mantenido reunida a la asediada y frágil Sociedad, recibiría un desaire profundo y devastador. Todo se derrumbaría de un golpe.

 Leflon 2, páginas 182 – 183

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