En nuestra exploración de la Regla de 1818, hemos visto como Eugenio establece las metas de los Misioneros: predicar el Evangelio a los más abandonados, recuperar a los perdidos y corregir los estragos causados por la corrupción de los sacerdotes. Luego, siguen 15 páginas sobre la predicación de las misiones populares. [Éstas han sido tratadas con detalle en las entradas que van desde el 8 de Marzo hasta el 8 de Agosto de 2011].
La siguiente sección de la Regla se titula “Otros ejercicios –Predicar”. Eugenio sitúa lo que va a decir sobre el tema de la predicación dentro del contexto de los fines de la Congregación que ha tratado antes:
El fin del Instituto no siendo solamente dar misiones, sino también reemplazar, en cuanto lo permitan nuestros débiles medios, a las órdenes religiosas y reparar los desórdenes que se han deslizado en el clero…
Luego viene a lo que es el corazón de todo –el mensaje que constantemente recalca como el único secreto posible del éxito de la predicación:
Se persuadirán que será más fácil alcanzar este fin con los ejemplos que con las palabras; también debemos convencernos que es indispensable que nos ejercitemos en toda clase de virtudes y que ninguna debe sernos extraña.
Dicho en otras palabras, Eugenio está diciendo: lo que eres habla tan fuerte que no puedo oír lo que estás diciendo.
…Y como no hay nada más sólido que lo que se realiza por la predicación de la palabra de Dios y por la sabia administración del sacramento de la penitencia, todos se dedicarán a volverse aptos para cumplir dignamente esos dos importantes oficios…
Regla de 1818, Capítulo 3, §1. De la predicación.
“El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan”. Papa Pablo VI, (Evangelii Nuntiandi n. 41).