¿Puedo olvidar aquellas lágrimas amargas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?
Lágrimas amargas porque:
He buscado la felicidad fuera de Dios y por demasiado tiempo, para mi desgracia.
Lágrimas que se convirtieron en expresión de gozo y paz al darse cuenta de cuánto lo amaba Dios:
Feliz, mil veces feliz de que ese Padre bondadoso, a pesar de mi indignidad, haya desplegado en mí la inmensa riqueza de sus misericordias.
Notas de retiro, diciembre 1814, E.O. XV n.130
La vida de Eugenio se transformó al experimentar el amor de Dios por él en la Cruz. El símbolo de la Cruz se convirtió en el vehículo de la invitación de Jesucristo a darlo “todo para Dios” y para invitar a otros a ese mismo amor. La Cruz era la invitación a la oblación y signo de la misma.
Como consecuencia, el único signo distintivo posible para el Misionero era la Cruz:
No tendrán otro signo distintivo más que el que es propio de su ministerio, es decir, un crucifijo que llevarán siempre, suspendido de su cuello, pendiente sobre su vientre, fijado con el cinturón y el cordón al que estará unido.
Regla de 1818, Segunda Parte, Capítulo Uno. Otras observaciones principales
Hoy, “su único signo distintivo es la cruz oblata.” (C64) porque era el único signo distintivo posible para Eugenio:
La cruz oblata, recibida el día de la profesión perpetua, nos recordará constantemente el amor del Salvador que desea atraer hacia sí a todos los hombres y nos envía como cooperadores suyos
CC&RR, Constitución 63
Es hermoso ver cómo a medida que la gente se siente llamada a compartir la visión y la misión de Eugenio como laicos, religiosos o sacerdotes – es la Cruz Oblata la que se convierte en el signo unificador y transformador de su búsqueda.
“Si de buena voluntad llevas la Cruz, ella te llevará a ti.” Tomás de Kempis