CELEBRANDO A DIOS EN LAS CALLES

La segunda gran manifestación fue la clausura de la misión en Marsella, con la procesión y la erección de la Cruz conmemorativa de la misión. Teniendo en cuenta que, menos de treinta años antes, la ciudad de Marsella había sido uno de los centros más feroces durante la Revolución y que muchas fundaciones religiosas e iglesias habían sido destruidas, es sorprendente leer la viva respuesta a esta manifestación.

Jeancard, en sus Melanges Historiques describe como miles de personas participaron en la procesión final a través de las calles de la ciudad. La enorme cruz era llevada por los hombres, sobre una plataforma decorada, a lo largo de la Canebière, una de las principales calles de la ciudad. Cuando llegaron al puerto, la cruz fue cargada por 120 capitanes de barco y situada sobre una balsa, donde navegó hacia la entrada de la ciudad acompañada por muchas embarcaciones. La atmósfera fue festiva, con la gente de Marsella disfrutando de la celebración con música, una salva de cañones desde el fuerte y con gran número de pancartas y banderas de colores. La procesión duró ocho horas.

Un testigo ocular cuenta:

… se ha visto este magnífico cortejo, compuesto por más de tres mil personas, y la cruz llevada en triunfo en un carro tan insólito… Pero la admiración y el entusiasmo públicos han llegado a su colmo cuando se ha oído a un nuevo san Pedro, predicando en su barca, en lengua provenzal, a los pescadores y a los marineros del conocido puerto. La elocuencia sencilla y tan persuasiva del Sr. abate de Mazenod, jefe de los misioneros de Provenza, ha causado la más viva impresión. De pie y con capa roja al pie de la cruz, ha expuesto los sagrados misterios con este fuego y esta energía de los oradores nacidos en nuestra ardiente región … ha tenido la dicha de oír… repetir con las aclamaciones más clamorosas, los gritos de viva Jesús, viva su Cruz, viva el Rey y su familia, gritos consoladores que él mismo había pronunciado primero, con tan gran emoción …

ROBERT, Précis historique, p. 65-66

Serpenteando a través de las calles de los barrios populares, la Cruz fue erigida en Les Accoules –sobre el único trozo de pared que quedaba en pie de la Iglesia que había sido destruida por la Revolución- un poderoso signo de restauración y de nueva esperanza en medio de los escombros. El Calvario empezó a ser un popular centro de peregrinación.

 

«Si sólo pudiésemos ver el corazón del Padre, acudiríamos a la oración y a la acción de gracias más a menudo. Es fácil para nosotros pensar que Dios es tan majestuoso y está tan exaltado que nuestra adoración no le hace cambiar. Nuestro Dios no es de piedra. Su corazón es el más sensible y tierno de todos. Nada pasa desapercibido, no importa lo pequeño o insignificante que sea. Una copa de agua fresca es suficiente para llenar de lágrimas los ojos de Dios. Dios celebra nuestras débiles expresiones de gratitud”.     Richard J. Foster

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