La agotadora misión de nueve semanas en la ciudad de Marsella concluyó el 27 de febrero de 1820 y dos semanas más tarde encontramos a los Misioneros inmersos por completo en la misión en su ciudad de Aix en Provence, que duró cinco semanas, del 12 de marzo al 24 de abril. Realmente estos hombres tenían fortaleza!
En esta misión tomaron parte siete Misioneros de Francia, así como Eugenio y cuatro de sus Misioneros de Provenza. Como era usual, el grupo de Eugenio predicaba en provenzal y en las áreas más pobres de la ciudad: la Catedral y St Jean Baptiste. Los Misioneros franceses predicaban en francés en las otras cuatro parroquias de la ciudad. Nuestra iglesia de la Misión, que no era parroquia, inicialmente era compartida por los superiores de ambos grupos, pero eventualmente recayó en nosotros continuar las actividades en el lugar. Era el centro del cual provenía la energía spiritual de los Misioneros de Eugenio.
La Congregación de la Juventud formaba parte de este centro y los encontramos participando por completo con los Misioneros en todas las actividades, trabajando por la renovación espiritual en la ciudad. En el Diario, Eugenio escribió:
Procesión de apertura de la misión, a la que la Congregación asistió en corporación, lo mismo que a la de la plantación de la cruz. Los congregantes se repartieron, de acuerdo con los estudiantes de derecho, para llevar la cruz desde la Plaza de las Carmelitas hasta la mitad del Paseo. La Congregación asistió también formando cuerpo a la procesión del Santísimo sacramento que clausuró los ejercicios particulares de la misión provenzal, que se prolongaron varios días después de la plantación de la cruz y el final de la misión francesa.
Diario de la Congregación de la Juventud, Abril 1820, E.O. XVI
“En ocasiones pienso en la vida como una gran rueda de vagón con muchos rayos. El centro, a menudo en el ministerio, pareciera que corremos alrededor del rin, tratando de llegar a todos. Pero Dios dice “Comienza en el centro; vive en el centro. Después te conectarás con todos los rayos y no tendrás que correr tan aprisa.” Henri J. M. Nouwen