LUZ Y SOMBRA

Los Misioneros de Provenza tenían la costumbre de extender las misiones parroquiales más allá del tiempo planeado, de no haber podido terminar de escuchar todas las confesiones y preparaciones para la Comunión. Manteniendo esta costumbre, en las iglesias de Aix donde se encontraban predicando los Misioneros de Eugenio, la misión se extendió una semana para atender a cerca de 900 personas que no habían podido acudir a los sacramentos durante el período de la misión misma. La clausura fue el domingo 3 de abril, donde estas personas recibieron la Comunión por la mañana. Al día siguiente Eugenio describe lo sucedido al Arzobispo, quien se había ausentado de Aix entonces.

… El domingo era el día fijado para terminar la misión. Habíamos preparado para la comunión a los hombres que quedaban y a algunas mujeres. El número de esos fervorosos convertidos era muy considerable, eran más de novecientos. Ese mismo día teníamos que hacer, según nuestra costumbre, la procesión con el Santísimo.

Debe haber sido enorme la alegría de Eugenio y los Misioneros de Provenza, pues habían trabajado decididamente en llegar a los “más abandonados” del área – quienes necesitaban más atención y acompañamiento para celebrar los sacramentos. Aun así, los canónigos de la Catedral no vieron dicho evento en forma positiva y se opusieron a la ceremonia especial de conclusión una semana después de que la misión hubiera terminado en forma oficial.

No interesaba eso a los Señores del Cabildo, y deseando poner indirectamente un obstáculo, cambiaron la hora de sus vísperas, fijándola para las cinco.
Fui a visitar al Sr. Baylet, vicario general; propuse se hiciera la procesión al día siguiente; no fue ese el parecer del Sr. Vicario general, que me aconsejó la hiciera al mediodía.
Aunque la hora no era muy cómoda, por el calor que hacía, yo contaba mucho con el celo de los fieles, al exponerlos a los mayores ardores de un sol de justicia. La procesión se hizo; pero, como los Señores del Cabildo habían decidido no proveernos de nada, cuando tuvimos que salir no había ornamentos, tampoco los candeleros para los acólitos. Nos vimos obligados a mandar a buscar palio, capas, casullas, dalmáticas, candelabros, albas, incensario, etc., a la pobre iglesia de los misioneros. El retraso ocasionado por ese trastorno hizo que la procesión saliera a las dos. El recorrido que debía hacer era bastante largo, el número de los fieles era muy considerable; en resumen, volvimos bastante tarde y cansadísimos por el calor. Dándonos cuenta que no podría terminar el sermón de clausura antes del oficio del Cabildo, preferí despedir a los fieles para que descansaran, y les anuncié sermón y los avisos correspondientes para la hora acostumbrada de nuestros ejercicios..

Carta al Arzobispo de Bausset de Aix, 1° de Mayo 1820, E.O. XIII n. 28

Qué tristeza cuando nos encontramos tan absortos en nuestro ego que somos incapaces de reconocer los milagros de Dios a nuestro alrededor. Jesús los experimentó constantemente en el Evangelio y continúa así hasta nuestros días, a través de la vida de sus seguidores.

 

“Cristo murió por todos, no sólo por los que conoces y te simpatizan.”      Autor anónimo

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