CON CANCIONES DE AGRADECIMIENTO QUE HACEN ECO A TRAVÉS DE LAS MONTAÑAS

Al final del día, Eugenio describe el regreso de los peregrinos a sus lugares de origen en las aldeas de las montañas. El ambiente es de alegría, por los momentos privilegiados vividos en la presencia de Dios en el santuario de María.

El oficio de la tarde ha terminado. La iglesia no contenía una multitud mayor que esta mañana. Los cantos resonaban por todas partes; todos se van; son las seis; la mayor parte tiene aún cuatro horas de marcha, no dejarán por eso de cantar las alabanzas del Señor hasta su llegada.
Hay que ver esto para hacerse una idea.

Carta a Adolphe Tavernier, Julio 2, 1820, E.O. XIII núm. 30

Algunos de los peregrinos habían caminado cuatro horas para llegar a Laus, al igual que de regreso, cantando todavía sus alabanzas por la experiencia espiritual que habían vivido. Mientras caminaban en los senderos a las montañas, sus canciones hacían eco y podían escucharse en todo el valle.

Los Misioneros se encontraban exhaustos, pero debían estar contentos con lo que escuchaban. Una vez que llegaran los fríos meses del invierno y terminara la época de peregrinaciones, los Misioneros irían a las aldeas circundantes para continuar el trabajo iniciado en Laus – a través de una misión parroquial completa, que duraría varias semanas. En los 21 años de nuestra presencia en Laus, se predicaron cerca de 200 misiones en las aldeas.

 

Entonces María dijo: Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada. Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso; y santo es su nombre!    Lucas 1, 46-48

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