Eugenio se llena de orgullo paternal por la ordenación sacerdotal de un miembro de su amada Congregación de la Juventud y de sus Misioneros. Escribiendo en el Diario de la Juventud, y desde el punto de vista de los jóvenes, reflexiona:
El 31 de julio… la Congregación hizo a la Iglesia de Dios el mejor regalo que podía hacerle…
Y con razón la Congregación puede gloriarse del don que entonces hizo a la Iglesia, pues el Sr. Hipólito Courtès es uno de los primeros congregantes que fue educado en su seno, creció a su sombra y fue formado en su escuela.
Sus compañeros fueron privados del consuelo de asistir a su ordenación y de oír su primera Misa. Fue ordenado en Gap y ofreció por primera vez el santo sacrificio en el santuario de Notre-Dame du Laus. Los congregantes no pudieron, pues, ser testigos de las gracias señaladas y de los dones abundantes con que plugo al Señor colmar a este nuevo sacerdote, verdaderas primicias ofrecidas a Dios por la Congregación. No fueron, con todo, extraños a cuanto aconteció en esta feliz jornada…
Diario de la Congregación de la Juventud, el 17 de junio 1817, E.O. XVI.
En su ministerio con los jóvenes de Aix, Eugenio había fortalecido la Congregación de la Juventud con un espíritu de familia. Una de sus imágenes favoritas para este papel era el de una madre. La Congregación era maternal en el cuidado de sus jóvenes para que desarrollaran su humanidad, para que fueran Cristianos y para formarlos en su camino de santidad. Hippolyte Courtès fue un primer fruto de esta “madre” como “uno que fue criado en su regazo, uno que creció bajo su sombra, uno que se había formado en su escuela”.
Eugenio podía haber colocado su propio nombre junto al de “madre” debido a su papel “paternal” hacia cada miembro.
El padre Courtès siguió siendo un gran confidente del Fundador durante el resto de su vida.
“Dios me ha creado para que le preste un servicio determinado. Él me ha encomendado una tarea que no le ha encomendado a nadie. Yo tengo mi misión”. John Henry Newman