Al emerger en sus escritos el tema de Eugenio considerándose a sí mismo como el padre de su joven familia Misionera, se vuelve importante rastrear los orígenes de esta expresión.
Hemos visto en entradas precedentes hasta qué punto la amistad era esencial para él –una cualidad que era útil en su trabajo pastoral. Cuando él comenzó la Congregación de la juventud en 1813, no consideraba a los jóvenes solamente como beneficiarios de su ministerio, sino que también formó un vínculo de amistad con ellos. Sus cartas y sus entradas en el Diario de la Congregación ofrecen numerosos ejemplos de esto. Podría llamar a esta relación una “amistad pastoral”, porque su fin era acompañar a los jóvenes a un encuentro más profundo con Dios y con los valores del Reino. Su reflexión durante el retiro de 1818 lo muestra:
Lo que me tranquiliza es que estoy seguro de que Dios es el lazo principal de esa unión, ya que lo que más me consuela en mis amistades es ver que mis amigos son virtuosos, y mi mayor alegría es verlos hacer alguna hermosa acción; además, el solo pensamiento de que puedan desmentirse y desviarse lo más mínimo del buen camino que siguen, sería capaz de afligirme profundamente.
Después, es cierto que me alegro también de verlos triunfar en sus empresas y granjearse la estima y las alabanzas de los hombres de bien, etc..
Diario del retiro, Mayo de 1818, E.O. XV n.145
Algunos miembros de la Congregación de la Juventud fueron los primeros en unirse a los Misioneros. Podemos entender mejor la progresión de las ideas de Eugenio cuando escribe a los oblatos jóvenes:
De vuestra parte, seguid considerándome como vuestro mejor amigo, como vuestro verdadero padre.
Carta a los estudiantes y novicios, en Ntra. Sra. del Laus, el 29de noviembre 1820,
E.O. VI n. 56
“El modo en que nos comportamos con la gente indica lo que realmente creemos sobre Dios” Warren W. Wiersbe