Habiendo accedido a enviar algunos de sus Misioneros a Marsella a realizar el ministerio con los jóvenes huérfanos, Eugenio se sorprendió cuando el Arzobispo comenzó a insistir en que también debían aceptar el ministerio del Calvario (nombre con el que se referían a la colina del Calvario, donde se encontraba la cruz que habían colocado en la misión).
Era maravilloso que Eugenio tuviera sueños generosos de misión, pero al ver al personal con el que contaba después de tres misiones (Aix, Laus y Marsella) y el demandante ministerio de predicar largas misiones parroquiales, la realidad hizo su aparición ante él: eran sólo ocho sacerdotes!
El historiador Leflon nos cuenta la historia:
Dos semanas después, con una prisa que no puede sino sorprendernos, al igual que sorprendió al mismo Padre de Mazenod, el Obispo le autorizó a partir de inmediato a Marsella y tomar posesión del Calvario, que había sido erigido para conmemorar la misión de 1820. Guigou, el vicario-general, fue designado por el Arzobispo para notificar a la parte interesada de esta orden formal, que debía realizarse de inmediato. Sorprendido por tan pronta e inesperada resolución, el Fundador dudó del mensaje que había recibido. Fue entonces requerido en el palacio del Arzobispo, adonde acudió acompañado del hermano escolástico Suzanne, quien refiere el siguiente reporte de lo presenciado:
El Obispo urgió al Padre de Mazenod, incluso alegó con él, y el Superior seguía repitiendo la misma respuesta:
’Obedeceré si se me ordena, pero estoy seguro que será en detrimento de mi comunidad.’ …
Urgió de nuevo al Superior y notando que aún dudaba, el prelado se dirigió al Hermano Suzanne, tomó las manos del subdiácono y le dijo, ‘Venga Hermano; persuada a su Superior de ir y tomar posesión del Calvario.’ Finalmente, cediendo ante tan fervientes súplicas, el Superior declaró estar listo para obedecer y el arzobispo abrazándolo, dijo ‘Bien, entonces; prepárese para partir hoy. El Padre Guigou le entregará una carta que deberá llevar consigo.’
Leflon Volumen 2, pág. 181
Eugenio le confió a Henri Tempier:
Llego de Marsella para terminar el asunto de nuestro establecimiento… Pero ¿cómo vivirá nuestra comunidad? No lo sé.
Carta a Henri Tempier, 26 de abril de 1821, EO VI n. 67
Desde el punto de vista humano, requería un gran acto de fe, pues había reconocido el llamado de Dios en dicha situación, a través de la voz del Arzobispo. Se trataba de “El llamamiento de Jesucristo, que se deja oír en la Iglesia a través de las necesidades de salvación de los hombres ” (CC&RR, Constitución 1).
“Buscamos la ayuda de Dios cuando nuestros cimientos se cimbran, sólo para reconocer que es Dios quien los sacude.” Charles West