Eugenio había hecho un minucioso proceso de discernimiento – y su director espiritual le dijo que su vocación sacerdotal era “tan clara como el sol del mediodía”. Una vez que él entendió esto como la voluntad de Dios, nunca flaqueó en su convicción y finalmente encuentra el coraje de escribirle a su madre para decirle:
Mi querida mamá, antes de darle a conocer los designios que la misericordia del Señor tiene sobre mí, he suplicado a mi tío que hable con Vd para poner las cosas en su lugar exacto, y para que su ternura que conozco bien, no se alarme sin motivo. Por mucho cuidado que se ponga en explicar por escrito una idea, es difícil que se puedan adivinar todos los reparos y hasta las diversas maneras de entender una cosa.
Por eso encomendé a mi tío, que está capacitado para comprender los designios del Señor, al que tenemos que obedecer bajo pena de condenación, que contestara a los reparos que pudiera ponerle; en una palabra que le expusiera mis razones y la inclinara a apoyar un proyecto que, ciertamente, viene de Dios, puesto que ha pasado por todas las garantías que él exige en toda inspiración que parece extraordinaria y que esté sancionada por todas las personas que, para mí, son sus representantes.
Él entonces da las razones que le llevan a ser sacerdote, y vemos aquí el fundamento de lo que vivió el resto de su vida:
Lo que quiere de mí es
que renuncie a un mundo en el que es casi imposible salvarse, dada la apostasía reinante,
que me entregue más especialmente a su servicio con el fin de reavivar la fe que se extingue entre los pobres.
En una palabra que me disponga a cumplir toda orden que quiera darme para su gloria y para la salvación de las almas que ha rescatado con su preciosa sangre.
Primera carta a su madre en la que habla sobre su vocación al sacerdocio
el 29 de junio de 1808 en los E.O. XIV n.27