Hilarion Bourrelier había compartido su confusión y angustia con Eugenio, mientras él estaba en Laus, y más tarde le escribió para expresar sus dudas y su confusión. Eugenio respondió:
No podíais darme más gusto, mi querido Bourrelier, que dirigiéndoos a mí para depositar en mi seno las penas que os agitan y que habéis fomentado tan mal a propósito. ¿Por qué atormentaros como lo hacéis por unas tonterías? ¿No os había tranquilizado suficientemente en la entrevista que tuvimos en Ntra. Sra. de Laus, y cómo después de esas explicaciones habéis dado entrada en vuestro corazón a unos pensamientos tan criminales como los que me contáis? No subrayo las expresiones de vuestra carta, que me han hecho llorar de pena.
Amigo mío, ¿lo ha pensado bien?
Acababa de ser ordenado pocos meses antes, y su crisis se debió a que no creía que pudiera corresponder con lo que se esperaba de él. Eugenio llama “criminales” a estos pensamientos por los que se dejó abrumar.
¿un sacerdote ha podido hablar así? ¿Es que no tenéis ni la sombra de una idea de lo que sois por el sacerdocio? Tiemblo todavía por lo que he leído, por lo que habéis podido decir a sangre fría …
La valoración de Eugenio es que Bourrelier se estaba dejando a sí mismo caer en la tentación y el único modo de resistir era recordándose a sí mismo el espíritu y la importancia de su vocación como cristiano, religioso y sacerdote.
Mi amigo, mi querido amigo, ¿cómo os habéis dejado seducir hasta ese punto por el demonio? ¡Ah!, me apresuro a dirigiros las mismas palabras que van dirigidas en el Apocalipsis a un obispo que no cumplía sus deberes, ved cómo vuestra caída es grave y haced penitencia. Sí, mi querido, haga penitencia, porque habéis pecado gravemente. Renuévese cuanto antes en el espíritu de vuestra vocación.
Carta a Hilarion Bourrelier, 27 Agosto 1821, EO VI n 71
Nuestra situación es diferente pero, ¡con qué frecuencia nos permitimos a nosotros mismos perder la visión del fin de nuestra vida y ser abrumados por las situaciones negativas y las dudas que nos envuelve y amenaza con ahogarnos! El consejo de Eugenio persiste todavía hoy: hacer penitencia, cortar de raíz lo que nos está distrayendo y lo que nos lleva a confusión. Qué vivificante dignidad adoptamos por nuestro bautismo y por pertenecer al Pueblo de Dios y al estado de vida por el que estamos llamados a vivir. Estamos constantemente invitados a centrarnos y a renovarnos en el espíritu de nuestra vocación.
“Una persona que duda de sí mismo es que como un hombre que se alista en las filas de sus enemigos y porta armas contra sí mismo. Hace su fracaso cierto siendo él la primera persona en convencerse de ello.” Ambrose Bierce