Al incrementarse el trabajo y éxito de los Misioneros de Provenza, la oposición tomó más fuerza y murmullo. Además de ello, había un conflicto gestándose en Marsella, debido a la reapertura de la diócesis y el nombramiento de un nuevo Obispo, en el que algunas personas de la clase alta libraran una guerra en contra del nombramiento de Fortuné de Mazenod.
No somos de este mundo, no queremos serlo más que nuestro jefe, nuestro divino y muy amable Maestro; he aquí por qué nos persiguen.
Me río de su odio, desprecio su ira y tengo piedad de aquéllos que se dejan llevar por sus pérfidas sugestiones, nos juzgan por sus miras y conforme a sus falsas máximas.
La única forma de manejarlo era buscar fortaleza y apoyo en la comunidad unida en el amor de Jesucristo. Con este principio como piedra angular, ningún mal podría afectar a los Misioneros. “Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” Romanos 8, 31
Querido Courtés, estamos unidos en el amor de Jesucristo, en nuestra común perfección amémonos siempre como lo hemos hecho hasta ahora, hagamos así en todo en una palabra, y morirán de decepción y de rabia.
Carta a Hippolyte Courtès, Marzo 3, 1822, EO VI núm. 80
“Creo que Dios desea y es capaz de lograr el bien en todo, aún en lo malo. Para ello, requiere de gente que esté preparada para permitir todo al servicio de lo mejor. Creo que en toda crisis Dios desea darnos tanto poder y resistencia como requiramos. Pero Dios nunca lo da por adelantado, para que le confiemos nuestro ser. Creo que aun cuando nuestros errores tienen consecuencias, no es más difícil para Dios lidiar con ellos que con nuestros supuestos buenos actos. Creo que Dios no es un “destino infinito”, sino más bien espera y responde a nuestra oración sincera y hechos responsables.” Dietrich Bonhoeffer