Como vemos, el riguroso ministerio de los Misioneros tenía gran fruto, pero al mismo tiempo, atraía abundantes críticas y oposición. Era Eugenio, como superior del grupo, quien llevaba la carga de las dificultades. Además de esto, estaba el conflicto que involucraba la posible nominación de Fortuné de Mazenod a la próximamente reinstaurada diócesis de Marsella. La fuente de fortaleza de Eugenio provenía de su oblación: vivir todo por Dios como parte de una comunidad de misioneros religiosos.
Su biógrafo, Rey, nos narra:
Sin embargo, las pruebas y contradicciones no faltaban al celoso Fundador: se convirtieron en la sal de su existencia. Así que recurrió a la oración con confianza ilimitada. El 20 de Mayo solicitó que a partir de entonces pidiéramos específicamente por él a diario en la oración vespertina.
“Es costumbre de St-Sulpice, nos dice, y tengo mayor necesidad que los Superiores de St. Sulpice, quienes viven en retiro.”
Rey I, pág. 278
Esta tradición de pedir por el Superior General continúa en la Congregación hoy en día, con la oración:”Ayuda a nuestro Superior General. Que guíe a la Congregación en el espíritu de San Eugenio y sea una señal de unidad entre todos los Oblatos.“
“Si realmente amamos a la gente, desearemos para ellos mucho más de lo que está en nuestro poder darles, llevándonos a la oración: la intercesión es una forma de amar a los demás.” Richard J. Foster