Cuando Eugenio nos recomendaba ver siempre a Maria como nuestra Madre, estaba compartiendo su profunda convicción y experiencia personal.
No había sentido desde hace tiempo tanta dicha al hablar de sus grandezas y animar a los cristianos a depositar en ella toda su confianza, como esta mañana en la instrucción de la Congregación [ed. de los jóvenes].
Tengo la esperanza de haber sido comprendido, y esta tarde he creído ver que todos los fieles que frecuentan nuestra iglesia, han compartido el fervor que nos inspiraba la vista de la imagen de la Santísima Virgen,
y más todavía, las gracias que nos alcanzaba de su divino Hijo, mientras la invocábamos con tanto afecto, me atrevo a decir, ya que es nuestra Madre.
Carta a Henri Tempier, Agosto 15, 1822, EO VI núm. 86
Entonces María dijo: Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada. Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso; y santo es su nombre. Lucas 1:46-49
“Pues en mi tradición como Judío, creo que debemos compartir todo lo que recibamos.” Elie Wiesel