Invoco para eso la protección de la Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre de Dios,
atreviéndome a recordarle, con toda humildad pero también con consuelo, la devoción filial de toda mi vida
y el deseo que siempre he tenido de procurar que fuera conocida y amada
y de propagar su culto en todas partes por el ministerio de aquellos que la Iglesia me ha dado como hijos y que se han asociado a mis planes
Testamento de Eugenio de Mazenod, el 1 de agosto 1854,
E.O. XV n. 191
Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo a su madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo! 27 Después dijo al discípulo: ¡He ahí tu madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa. Juan 19:26-27