Los Misioneros encontraban oposición al buen trabajo que realizaban, por la falta de un liderazgo claro e inspirado en la diócesis. Eugenio comenta cuánto se habría podido tener de haber tenido un líder carismático que los defendiera de quienes
neutralizan todos los esfuerzos que el celo nos inspira, e impedir, en nombre de Dios que representan, todo cuanto Dios exige de nosotros y que hubiésemos hecho con un S. Carlos, un S. Francisco de Sales y bastantes otros…
¡Ah! si por una vez Dios nos diera, en alguna de las diócesis en que estamos establecidos, un obispo tal como tuvo la dicha de encontrar Cesar de Bus en Aix y en Avignon, el uno discípulo de S. Carlos, el otro compañero de S. Felipe Neri, ¿quién puede decir los prodigios que se realizarían por nuestra pequeña Sociedad?
Tengo el sentimiento y como el instinto dentro de mí. Pero parece que el Señor se ha contentado con mostrarnos la posibilidad y que los hombres nos quitan casi la esperanza.
Carta a Henri Tempier, Agosto 15, 1822, EO VI núm. 86
Fue en este contexto y por este motivo que Eugenio esperaba el nombramiento de su tío Fortuné, a la Diócesis de Marsella
“Las aguas difíciles son mayores pruebas de liderazgo. En aguas tranquilas, cualquier barco tiene un buen capitán.” — Proverbio Sueco