ESTABLECIMIENTO DE LOS MISIONEROS EN LA CASA DEL CALVARIO

Continuando con la historia de nuestra tercera fundación Oblata, observamos que el número de personas que van al Calvario se incrementó rápidamente. Los Misioneros se encontraron atendiendo a grupos de parroquias que acudían regularmente en peregrinación, además de las peregrinaciones regulares que ya estaban fijadas. Habiendo formado un grupo de laicos comprometidos con las dos cofradías, era necesario para los Misioneros establecer su propia presencia de un modo definitivo.

En ciertos días de fiesta, el reciento, el cual solo podía contener a varios miles, estaba más que lleno con personas que venían, especialmente, de las populosas zonas de la ciudad que rodeaban el Calvario. Aquí los Misioneros se encontraban en su auténtico elemento. Celosamente se aplicaban en servir a las necesidades de los peregrinos pobres.

Llegó a conocimiento de los Misioneros que el antiguo convento de Accoules estaba en venta. Los religiosos habían sido ahuyentados por la Revolución, cuando la iglesia fue destruida. Con la ayuda de sus cooperadores laicos, pudieron comprar la propiedad.

Muy pronto hubo una oportunidad de adquirir alguna propiedad. El antiguo claustro de los canónigos, que consistía en nueve casa, fue puesto en venta en Mayo de 1822. Los Padres lo compraron por 12.000 francos. Dos de esas casas estaban vacías y las tomaron como residencia a finales de 1822. Los inquilinos de las otras casas se marcharon más o menos en un año. Incluso antes de ir a Marsella como Vicario General en Julio de 1823, el Padre de Mazenod había instruido al Padre Tempier para derribar esas viejas casas y construir un amplio convento de unas 50 habitaciones y salones; fue terminado totalmente a comienzos de 1825.

Yvon Beaudoin, « Marsella, El Calvario » en el Diccionario Histórico Oblato, Volumen 1.

Jeancard describe el estado de estos edificios en 1822 cuando se trasladaron allí:

Nuestro alojamiento en este tipo de chabolas destartaladas, de las cuales habíamos llegado a ser los propietarios, estaban ennegrecidas por el humo y una suciedad repulsiva. Durante más de treinta años se habían mantenido como el refugio para familias pobres con una posición muy similar a la de los nómadas o los mendigos. Tener este lugar era más un acto de pobreza que un acto de compra de una propiedad.

Mélanges historiques, page 144

 

“No son las gloriosas almenas, las ventanas pintadas, las gárgolas agazapadas las que soportan un edificio, sino las rocas que son colocadas de un modo oculto en o sobre la tierra”     John Owen

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