A pesar de todos sus compromisos por su ministerio, Eugenio siempre insistía en que los Misioneros celebraran juntos los misterios de Pascua en sus comunidades como una familia. Estando en París, era la primera vez en 7 años que no estaba en su comunidad de Aix para estas ceremonias, y escribió el Jueves Santo:
Tengo el corazón oprimido, mi querido Courtès, al salir de la Iglesia en la que acabo de ofrecer el santo sacrificio en medio de un pueblo desconocido, en una tierra, por así decir extranjera, lejos de vosotros, de quienes no he estado nunca separado en este memorable día. Sí, es la primera vez, desde que nos hemos reunido, que no he celebrado la Pascua con mis hermanos. Por eso estoy inconsolable por esta inmensa privación. Para suavizar mi pena he dicho la Misa más o menos a la hora en que os sabía reunidos para “Dominicam Coenam manducare” [ed. “Para tomar la Cena del Señor”]
Estando fuera, recurrió a su modo usual de mantenerse unido a su familia religiosa: la oraison
Pero aunque en la presencia del mismo Salvador, mi corazón sentía todo el peso de la distancia que nos separa, y aunque por la precaución que había tomado, celebráramos al mismo tiempo el mismo misterio, no lo celebrábamos sin embargo juntos, y mi aislamiento en parecida circunstancia me arrancaba unos suspiros hasta en el altar, donde no me veía rodeado de mi excelente y muy amada familia.
Carta a Hippolyte Courtès, 27 Marzo 1823, EO VI n 98
“El nivel más profundo de comunicación no es la comunicación, sino la comunión. Es silenciosa… va más allá del habla…más allá del concepto.” Thomas Merton