La preocupación de Eugenio por sus Oblatos era holística – incluía cada aspecto de sus vidas. Él quería que fuesen todo para Dios, grandes santos, miembros de comunidad dedicados y misioneros celosos preparados para dar sus vidas por sus ideales. Para llevar esto a cabo, sin embargo, necesitaban cuidar su salud. Eran jóvenes y enérgicos y en su generosidad y celo misionero sobrepasaban los límites de sus capacidades humanas. Eugenio tuvo que frenarles:
¡Pues bien!, ¿por qué te conduces de modo a abreviar tus días? ¡Cómo después de las fatigas y los sufrimientos de esa misión de Lauzet y del trabajo forzado en la misión de Tallard, en las que teníais que luchar contra el infierno y contra todos los elementos reunidos, la intemperie de una estación tan rigurosa que apenas las gentes del país podían aguantar, vuelves a Trallard, y para descansar predicas de nuevo dos veces por día y te olvidas del cuidado de tu conservación hasta confesar treinta horas seguidas!
¿Y desearías hijo mío que no estuviera descontento de tal conducta?
Por mucho que me digas que no te has cansado en absoluto, que comes y que duermes bien todo eso no me basta para tranquilizarme, tales excesos arruinan tu existencia. No quiero que te expongas a las consecuencias que podían haber ocurrido. He ahí algo que está claro para siempre.
Carta a Marius Suzanne, 23 Abril 1823, EO VI n 102
“Es nuestro mejor trabajo lo que Dios quiere, no las sobras de nuestro cansancio. Creo que Dios prefiere la calidad a la cantidad.” George MacDonald