La segunda parte de 1823 fue una pesadilla para Eugenio. Su llegada y presencia en Marsella no sólo ocasionó fricción en ciertos grupos, sino que también hubo dificultades en Aix en Provence.
No inicio el capítulo de los lamentos y de las penas que sería inagotable…
Carta a Hippolyte Courtès, Agosto 13, 1823, EO VI núm. 112
Leflon nos da algunos detalles:
La instalación del Obispo Fortuné en la sede de Marsella parecía una garantía ideal para el futuro de la sociedad misionera del Padre de Mazenod, pues les aseguraba protección episcopal, que era absolutamente indispensable. Sin embargo, la misma razón que se suponía salvaría a la Sociedad del peligro externo, casi le destruyó al provocar una crisis dentro de la pequeña familia. La gran amenaza llegó de donde el P. de Mazenod menos la esperaba; sus colaboradores sintieron en efecto, que su superior se dedicaba mucho más a la diócesis que a ellos, cuando en realidad, la situación era muy diferente; tanto, que la gente de Marsella pronto lo acusaría, en forma completamente equivocada, de sacrificar los intereses de la diócesis por los de su Sociedad Misionera y de colonizar la diócesis en beneficio de su familia religiosa. Su prolongada estancia en París, del 15 de febrero al 31 de julio de 1823, tuvo como resultado en primer lugar, la desorientación de los pobres misioneros, quienes hasta entonces, habían estado bajo el hechizo de su fuerte personalidad y se habían acostumbrado a seguir su dirección en forma implícita.
En toda justicia, no se le podía acusar de la tardía llegada de la Bula Pontificia, que retrasó la consagración de Fortuné hasta el 6 de julio, a pesar de las urgentes notificaciones que recibiera del Ministro de Culto de ir a París inmediatamente después de su nominación, a finales de enero. Durante todo ese tiempo, la frecuencia y extensión de las cartas del Fundador deberían haber sido prueba suficiente de su constante diligencia y profundo afecto paternal; la relación por carta, sin embargo, sin importar cuán frecuente fuera, nunca es igual al contacto personal. El Padre Courtès a su vez, hizo todo lo posible en Aix por sustituirlo, pero no tenía el dinamismo, influencia ni autoridad del Fundador. Sin embargo y aun a pesar de ello, al asegurarles que su Superior General se reintegraría a la comunidad tan pronto como fuera posible, les indujo a practicar la paciencia. Al volver de París el 6 de agosto, en vez de retomar su residencia en Aix, dejó la ciudad con su tío, estableciendo su domicilio en Marsella, donde sus responsabilidades como archidiácono ocuparon mucho de su tiempo. Tempier, quien también había sido nombrado archidiácono, dejó la casa madre en forma permanente, lo que resultó en una vacilación inevitable.
Leflon II p.242-243
“No puede haber una gran desilusión donde no existe un profundo amor.” Martin Luther King, Jr.