Además de la discusión sobre la validez de los votos, la carga del conflicto en Eugenio y los Oblatos era pesada. Su misma existencia era amenazada por los Obispos que deseaban que sus sacerdotes abandonaran a los Misioneros para volver a sus diócesis de origen. Todos se encontraban desmoralizados. Eugenio reunió a toda la comunidad en Aix para el retiro anual y al finalizar tuvo un gesto dramático. Las costumbres y expresiones religiosas han cambiado en los 200 años que han pasado desde este evento. La costumbre entonces era que todos los viernes por la noche los religiosos “tuvieran disciplina” – i.e. durante la recitación del Salmo 50, cada uno se mortificaba físicamente flagelándose en su habitación. En esa ocasión, Eugenio realizó este acto públicamente, en presencia de la comunidad.
Eugenio combinó esto con la idea de la ceremonia de expiación de pecados que el superior de los Misioneros realizaba en cada misión parroquial [ver las publicaciones anteriores, del 31 de enero al 3 de febrero, 2011]. En las misiones, el superior predicaba sobre Jesús llevando sobre sí los pecados de todos e invitando a la gente a colocar sus pecados en sus hombros, como un recuerdo simbólico de la misericordia, perdón y reconciliación de Jesús. En este caso Eugenio colocó sobre él la división y el sufrimiento causado por la situación que atravesaban. Leflon nos narra:
Para hacer sus argumentos del todo efectivos al discutirlos personalmente con sus misioneros, el Fundador esperó hasta después de la conclusión del retiro de octubre en Aix. Entonces partió a la casa principal y ordenó un día de estricto ayuno a pan y agua para el primer viernes de noviembre. En la noche, la comunidad se reunió en el oratorio y después de una conferencia emotiva sobre los peligros que amenazaban a la Sociedad “nacida de mi corazón”, se ofreció a sí mismo, como había hecho a menudo durante las misiones, como “víctima para calmar la ira de Dios”; después, y habiendo ordenado que se apagaran todas las luces, se auto-flageló hasta sangrar, haciendo derramar lágrimas a todos los miembros. Esta escena, evocadora de los incidentes más conmovedores que encontramos en las vidas de los santos fundadores de las órdenes religiosas, fortaleció cualquier vocación que se encontrara vacilante en alguno de los miembros mayores. En todos resurgió el afecto por él, y para reconfortarle por la traición de sus falsos correligionarios, le juraron su devoción sin límites. El fervor compensaría el reducido número de miembros.
Leflon II págs. 248-249
En textos anteriores hemos visto cómo el novicio Guibert había atravesado por crisis vocacionales periódicas. Comentando sobre el incidente descrito arriba, su biógrafo dice: Esta escena extraordinaria produjo una profunda impresión en el Hermano Guibert. “todas sus dudas se disiparon para siempre”. PAGUELLE DE FOLLENAY (I, 89)
“Todos tenemos sueños, pero hacerlos realidad requiere una enorme determinación, dedicación, auto-disciplina y esfuerzo.” Jesse Owens