Ahora se ve más claro que Eugenio ha pensado profundamente en fundar un grupo de misioneros predicadores en Provenza. Él entiende que la pésima condición en la que se encuentra la gente, lo llama a responder, y comienza a mirar hacia el lado práctico de este posible proyecto.
El Segundo plan, sin embargo, parece ser más útil, dada la terrible situación a la que la gente ha sido reducida.
El proyecto acarrearía recursos, y las mensualidades que él estaba recibiendo de su madre no serían suficientes para encargarse de un grupo de misioneros. Entonces, habla del sueldo del Hermano Maur – Pierre Martin Bardeau, un hermano Trapense cuyo monasterio había sido destruido en la Revolución. Él necesitaba ganarse la vida, así que Eugenio lo contrató. Con el fin de la era napoleónica, los monasterios pudieron abrirse otra vez, así que el hermano Maur quiso regresar al monasterio Trapense donde pertenecía.
Algunas consideraciones me han detenido hasta ahora. La falta absoluta de medios, no es lo menos molesto del asunto. Porque aquellos que habrían podido reunirse conmigo, no tienen nada, y yo tengo poco; porque de mi pensión de mil francos, tengo que pagar a mi criado, que por lo demás me va a dejar para volver a su Trapa. Nueva contrariedad porque contaba con él para nuestra casa de misión.
Esa comunidad que solo existe todavía en mi cabeza, se habría establecido en mi casa. Mi madre, a lo que creo, no tendría dificultad en cedérmela, mientras tanto, la casa que habito solo en este momento a la salida de la ciudad. Habría que alojar allí 8 misioneros. Luego buscaríamos un local más amplio etc.
Tenía también en mi cabeza algunas reglas que proponer, porque quiero que se viva de modo extremadamente regular. Ahí estoy. Ya ves que no he progresado mucho.
Carta a Forbin-Janson, el 28 de octubre 1814, E.O. VI n 2