Hemos visto a menudo el especial afecto paternal de Eugenio por los miembros de su Congregación de la Juventud, que se convirtieron en Oblatos. El recién ordenado Jacques Marcou sobresalió, pues había sido un miembro fundador de los jóvenes, once años antes. Dirigiéndose a él por su apodo, Eugenio se alegra por su ministerio:
Mi buen Marchetto, te abrazo cálidamente y me regocijo al verte realizando con tanto celo tu santo ministerio….
Se humilde y harás mucho bien; sabes que es al humilde a quien el Señor dat gratiam [ed. Santiago, 4, 6: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.] El más inteligente entre nosotros y entre todos los hombres es nada por sí mismo, sino un bronce ruidoso y un timbal tintineante, es el buen Dios quien realiza todo y a quien todo debe atribuírsele; de ello debemos estar convencidos.
Carta a Jacques Marcou, Enero 27, 1824, EO VI núm. 128
“La alegría de los cristianos proviene de conocer a Dios y de tratar de aceptar Su voluntad. La alegría significa regocijarse en Dios. Pero vemos en el Magnificat que cuando María se regocija en Dios, también celebra Su acción liberadora en la historia. María se regocija en un Dios que es fiel a los pobres. Nuestro servicio a los demás debe estar envuelto en esta dicha.” Gustavo Gutiérrez