Lo que tocó el corazón de Eugenio e hizo que respondiera fue la situación de la gente en Provenza que no estaban siendo atendidos adecuadamente por el ministerio normal de la Iglesia local.
Ahora me preguntaras tal vez, por qué, queriendo ser misionero, no me uno con vosotros con el pequeño grupo que podría reunir. Si quisiera responder a lo gallego, te diría primero que es porque te has preocupado poco de tenerme; pero no es esa la razón verdadera ya que pienso realmente lo que te he dicho en mi última carta, que no estoy para ser muy útil. Pero lo que nos debe retener, es que nuestras regiones están desprovistas de toda ayuda, que los pueblos ofrecen esperanzas de conversión, que no hay pues que abandonarlos.
Ahora bien seria abandonarlos el unirnos a vosotros, porque nosotros solos, solos y no vosotros, podemos serles útiles. Hay que hablar su propia lengua para ser comprendido de ellos; hay que predicar en provenzal. Si podemos formarnos, nada nos impediría afiliarnos a vosotros, si esa unión ha de ser para el bien.
Él concluye la carta mostrando que está en un proceso de discernimiento, y en su cansancio tras su enfermedad, todavía tiene una añoranza secreta por la vida contemplativa de un monasterio.
Que Dios sea glorificado, que se salven las almas; todo está ahí, no vedo nada mas allá. A pesar de eso, un secreto deseo me llevaba hacia otra parte…
Carta a Forbin-Janson, el 28 de octubre 1814, E.O. VI n 2