Al iniciar su retiro, Eugenio tiene la intención de realizar un examen completo de su vida y comportamiento. Es interesante que desee hacerlo a través de la esperanza – a través del lente del amor de Dios por él.
Dulce esperanza que siempre has hecho mi felicidad, tú que me eras tan querida porque me hacías ver en Dios una perfección encantadora que me llevaba a amarlo con un delicioso abandono, tú, virtud que he predicado tantas veces a mis hermanos para animarlos a servir a Dios, impulsándolos a amarle más todavía que a temerle, dulce esperanza ¿me habrás abandonado? ¿Qué va a ser de mí si no sostienes mi fe, si no temperas lo que ella me enseña sobre los rigores de la Justicia de mi Dios?
Vuelve, vuelve a mí y sé siempre mi fiel compañera en el examen exacto que voy a hacer de mis innumerables infidelidades, en las reflexiones a las que voy a dedicarme durante este retiro sobre los sagrados deberes de mi estado, sobre las temibles funciones que se me han confiado, sobre la tremenda cuenta que el Juez Supremo me va a pedir de mi administración.
Notas de Retiro, Mayo 1824, EO XV núm. 156
Llega al retiro no en un espíritu mórbido de culpa, sino en un espíritu de optimismo confiado en el amor de Dios, que le llama a hacerlo mejor.
“Somos llamados también a retirarnos en ciertas ocasiones en mayor silencio y en soledad con Dios…. No con nuestros libros, pensamientos y recuerdos, sino vaciados por completo de todo, para vivir amorosamente en la presencia de Dios – callados, vacíos, a la expectativa y en quietud.” – Madre Teresa de Calcutta