Los retiros para los sacerdotes en la época de Eugenio normalmente seguían el modelo de San Ignacio, dirigiendo a la persona a la realidad de la muerte y juicio y la eternidad, como medio de llevarle a la conversión y a una nueva vida como discípulo de Jesucristo.
¡Cosa notable! En este retiro no me he aplicado a la consideración de las verdades eternas que son el tema acostumbrado, la ocupación habitual de los retiros ordinarios. El Espíritu de Dios me ha centrado en la consideración de mí mismo. No he salido de las reflexiones, o más bien del sentimiento que me procuraba este tema, pues he realizado pocos actos externos, pero he experimentado constantemente la voluntad de renovarme por entero y he repetido varias veces en mi interior esta oración: Spiritum rectum innova in visceribus meis . (ed. Salmo 51:10 ”Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.’)
Eugenio se enfocó claramente en este retiro en lo que necesitaba: profundizar su camino a la conversión y la transformación.
Me explico por qué no me he sentido llevado a meditar sobre las grandes verdades. He entrado en el retiro persuadido de antemano de la reforma que había que hacer en mi interior. Este pensamiento dominaba en mi espíritu, mi corazón lo había adoptado y se inclinaba a él con toda la fuerza de sus afectos y de su voluntad, no necesitaba en ningún modo convencerme de él, ni intentando considerar mi fin último ni queriendo fijar mi atención y suscitar mis propósitos con la idea de la muerte, el temor del juicio, etc. La gracia de mi Dios había preparado mi alma, yo estaba ya, por decirlo así, en la conclusión al entrar en la soledad. Sea lo que sea, he aquí lo que ha pasado
Notas de Retiro, Mayo 1824, EO XV núm. 156
“Ser cristiano no es sólo seguir los mandamientos: se trata de permitir a Cristo tomar posesión de nuestras vidas y transformarlas.” Papa Francisco