UN SACERDOTE NO PUEDE PROCLAMAR EL EVANGELIO SIN EL TESTIMONIO TANGIBLE DE SU VIDA

Eugenio había estado a cargo de los Misioneros por 7 años, y ahora, como Vicario General de Marsella, su mayor preocupación eran los sacerdotes de la diócesis, para quienes trataba de ser su “modelo y apoyo”. Se da cuenta de que como sacerdote, tiene la responsabilidad de asegurar que la calidad de su vida sea del más alto nivel. Por ello, en el retiro se concentró en el “ser para hacer” de su sacerdocio.

Mis lecturas versaron sobre la dignidad y la santidad del sacerdocio, sobre la gravedad de los pecados en los sacerdotes, sobre el peligro de pecar y de perderse si uno es infiel a la gracia o negligente en la práctica de las virtudes que deben adornar constantemente el alma de un sacerdote, y sobre todo de un sacerdote que debe ser el modelo, el apoyo y sostén de aquellos que la Providencia ha confiado a su dirección, de un sacerdote a quien Dios ha hecho la gracia de comprender que las virtudes comunes son insuficientes para obrar las maravillas que deben acompañar a las obras de su ministerio.

Notas de Retiro, Mayo 1824, EO XV núm. 156

 

“Recordemos esto: no se puede proclamar el Evangelio de Jesús sin el testimonio tangible de nuestra vida. Aquéllos que nos escuchan y observan, deben poder ver en nuestras acciones lo que escuchan de nuestros labios, ¡y así dar gloria a Dios! La discrepancia de parte de los pastores y los fieles entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el estilo de vida, está socavando la credibilidad de la Iglesia”. Papa Francisco

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