Las palabras del Papa Francisco: “La discrepancia de parte de los pastores y los fieles entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el estilo de vida, está socavando la credibilidad de la Iglesia” encuentran eco en los escritos de Eugenio.
Hemos visto en muchos textos anteriores la idea que Eugenio tenía de la vocación y el ministerio del sacerdote. En vista de la mucha corrupción en el sacerdocio en la Francia pre y post-revolucionaria, deseaba que sus sacerdotes Oblatos fueran brillantes ejemplos de congruencia y de todo lo que un buen sacerdote de Jesucristo se suponía debía ser. (Es por ello que los Oblatos habrían de tomar más adelante como ministerio la dirección de los seminarios, para preparar buenos sacerdotes para la Iglesia.)
De esta carta, parece que el joven Hippolyte Courtès en Aix había sufrido debido a sus principios, a manos de ciertos sacerdotes en Aix, quienes encontraban incómodo su ejemplo. Eugenio le alentó y condenó enérgicamente a los sacerdotes que no vivían de acuerdo a las exigencias de su vocación proveniente de Dios.
Me alegro contigo, mi querido amigo, de que hayas sido juzgado digno de ser despreciado por el amor de Dios y en odio por el bien que tú y los tuyos hacéis en la Iglesia de Dios. Los impúdicos, los usureros, los hombres que han ingresado en el estado eclesiástico para aliviar a sus familiares empeñados o por celo de algún buen beneficio, los hombres que se han introducido en el santuario sin vocación de arriba, que no han jamás ofrecido al Señor sino unos dones manchados que han siempre ignorado hasta el nombre del hermoso celo que debería animar a todos los sacerdotes por la salvación de las almas, los hombres que por una execrable profanación de su degradado ministerio han devastado la herencia del pasado y del padre de familia, escandalizado, perdida aquellos que estaban encargados de santificar y salvar, aquellos serán los bienvenidos, se les alabará se admirarán sus obras, se cuidará con delicadeza, se les recompensará. Monstruosidad evidente que revuelve a las piedras, pero que los ángeles escrutadores no olvidarán el día de la recompensa y de los castigos.
Fue la ocasión para que Courtès se uniera con la cruz de Jesucristo – la imagen que llevaba todo el tiempo como señal de su consagración a Dios y a los más abandonados.
Una sola cosa me preocupa, es que la violencia que han debido hacerte no haya sido nociva para tu salud, en este horrible uso de poder
Carta a Hippolyte Courtès, Mayo 22, 1824, EO VI núm. 137
“Todos buscamos formas de arrancar los dientes al Evangelio para poder vivir cómodamente en él. Somos incluso capaces de transformarlo por completo en una fuente de confort. La broma acerca del “pastel en el cielo cuando llegues” realmente no da temor; muchos de nosotros queremos el pastel aquí en la tierra. Nos encontramos usando la imagen de la fe para asegurar que nada cambie.” Donagh O’Shea