En esta carta a Marius Bernard, seminarista de 22 años en Aix, encontramos a Eugenio tratando a este joven diácono Oblato con una paciencia muy paternal, al corregirle:
Lo observo, mi querido amigo, porque acabo de ocuparme en ello en mi corazón y escribo a un diácono que está sin duda penetrado de la grandeza de su dignidad y lleno de buenos deseos para perfeccionarse cada vez más en las virtudes que deben ser la dotación de un santo levita…
No sabemos qué fue lo que el joven hizo en público en la iglesia:
No concibo cómo olvidabas en ese momento que no estabas solo. De no haber habido nadie en la Iglesia no hubiese visto nada de extraño. Que te presentaras amorosamente ante el tabernáculo de Nuestro Señor para exponerle tus necesidades y pedirle su ayuda estaba bien, pero la cosa ya no es razonable cuando se hace en voz alta ante todo el mundo. Vigila pues el ardor de tu celo y aprende a dominarte cuando tienes testigos de tus acciones.
Carta a Marius Bernard, Junio 16, 1824, EO VI núm. 143
Yvon Beaudoin escribe respecto a él: “Encontramos su nombre en algunas de las cartas del Fundador… Fue conminado a no hacer un despliegue público de sus extrañas prácticas de piedad, al ser visto como excéntrico.” (“Bernard, Marius André Barthélemy”, Diccionario Histórico, Volumen 1.)
“Una pregunta que en ocasiones me confunde: ¿estoy loco o lo están los demás?” Albert Einstein