NO VEO NINGÚN INCONVENIENTE EN DIFERIR Y VEO MUCHOS EN IR DE PRISA

Eugenio había recibido la petición para otorgar la carta dimisorial para Adrien Telmon [ed. La aprobación de un superior mayor para que uno de los miembros de su comunidad fuera admitido al “estado eclesial” y ser reconocido formalmente como candidato a seguir hasta la ordenación sacerdotal]. Respondió a Hippolyte Courtès, responsable de la formación de los jóvenes Oblatos.

¿Estás decidido mi querido amigo, a pedirme las dimisoriales de Telmon para la tonsura? Un joven que nos ha dado disgustos hasta el otro día, que estaba decidido a dejarnos, que dejándonos habría probablemente colgado los hábitos, es tener demasiado valor. Para mí, encuentro esa petición prematura y no me atreveré a hacerlo sino después de una larga prueba. No veo ningún inconveniente en diferir y veo muchos en ir de prisa.
Había prometido, es verdad solicitar esa gracia para Navidad, cuando me negué a hacer la gestión antes, pero era en la suposición de que el joven se conduciría bien. Ahora bien, jamás ha hecho más tonterías. Admiro tu clemencia, pero no seguiré el impulso, sería exponerme demasiado dos veces a !a misma equivocación. Cuando Telmon por una buena y constante conducta nos de una garantía suficiente, podremos adelantarnos hasta solicitar su admisión en el estado eclesiástico, hasta entonces no me cargo con esa responsabilidad.

Carta a Hippolyte Courtès, Noviembre 24, 1824, EO VI núm. 159

Encontramos a Eugenio apelando al principio de nunca tener prisa para admitir a alguien a un compromiso de por vida, cuando algunas áreas de la conducta generen dudas. El P. Jetté, alguna vez Superior General, siempre insistía en él: “Si existen serias dudas acerca de la vocación de alguien, entonces la Congregación Oblata debe recibir el beneficio de la duda.”

Eugenio no es poco razonable, sino consciente de las cualidades y bondad de Telmon, aunque al mismo tiempo está consciente de las fallas y áreas de su comportamiento que necesitan mayor madurez.

La Regla 54a de nuestra Regla de Vida es clara a este respecto: “los candidatos han de presentar signos de madurez conforme a su edad, tener un conocimiento satisfactorio de la doctrina cristiana, y dar prueba de constancia en la fe y en la vida cristiana, de amor a los pobres y de aptitudes para la vida de comunidad.

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