Durante los primeros meses de 1825 encontramos a Eugenio y los Oblatos preocupados con la revisión de la Regla de Vida que habían escrito siete años antes. Su experiencia de vida les había llevado a hacer algunos cambios en el texto, que deseaban aprobara la Iglesia oficialmente. Lo encontramos reflejado en las cartas de Eugenio. Hoy nos comenta cómo todo el grupo debe rezar juntos la Liturgia de las Horas:
El Oficio ha de decirse con gran recogimiento, sin ser cantado ni entonado, sino serenamente y cuidando de observar las pausas.
Carta a Hippolyte Courtès, Febrero 10, 1825, EO VI núm.169
En la Regla quedó expresado:
Art. 2. El Oficio será recitado con gran recogimiento espiritual a coro, sin cantar ni entonar, pero sin prisa, con solemnidad, con observancia exacta de las pausas.
Regla de 1825, Parte Uno, Capítulo Tres, §6 Oficio Divino.
Siempre insistió en la importancia de recitar el Oficio en común:
No es posible que alguien haya olvidado la importancia que se da en nuestros Institutos al Oficio divino en común… Por eso se recomienda a todas las comunidades que pongan tal interés en cumplir ese deber conforme al espíritu que nos caracteriza que, si por la ausencia de muchos miembros, sólo hubiera en la Comunidad dos personas del Instituto, éstas deberán reunirse en coro a horas determinadas para recitar juntas el oficio (…)
Acta de Visita a Notre Dame de l’Osier, Julio 16, 1835, Textos Selectos núm. 269
“Usa la oración vocal…muy lentamente, tratando de comprender el significado de la que está cargada y recuerda que…sólo eres una unidad en el Coro de la Iglesia, para que los demás compensen las fallas que no puedes evitar.” Evelyn Underhill