Al escribir a Marius Suzanne, Eugenio describe su sufrimiento al acompañar a su sobrina de 12 años a su muerte.
¡Oh, cómo quisiera estar junto a tí en la tristeza en que me encuentro! Aumenta todos los días desde que he llegado; aunque no me haya hecho nunca ilusión sobre el estado de esa pobre niña, sin embargo no podía defenderme de esperar en los santos que se invocaban con tanto fervor por ella. Dios, a quien pertenece sólo conocer lo que es útil para sus criaturas, ha juzgado contrariamente a nuestros deseos.
La suerte de la niña estaba segura; pero es desgarrador y por encima de mis fuerzas verla morir poco a poco. Su paciencia y su dulzura son admirables y la harían interesante hasta a los mismos tigres; sin embargo sufre mucho…
En eso estamos. En cuanto a mí, ya no puedo más. Voy, vengo, desearía estar junto a ella; cuando lo estoy no puedo quedarme. La niña, la madre, que es un prodigio de fuerza y de valentía, me parten una y otra vez el corazón. No me hago caso sin embargo. Había bautizado a esta amable niña, y soy yo quien le ha administrado y le he dado el santo viático y la extremaunción. ¿Quién me lo hubiese dicho el día de su bautismo? Es contra la naturaleza, por eso ésta mi pobre naturaleza está tan baja.
Carta a Marius Suzanne, Junio 25, 1825, EO VI núm. 188
“Dios nunca da fortaleza para mañana ni para la próxima hora, sino sólo para el esfuerzo del minuto.” Oswald Chambers