Para Eugenio, el tener que ir a Roma a solicitar la aprobación de los Oblatos implicaba una gran apuesta. El grupo era pequeño y se arriesgaba a parecer presuntuoso y ser rechazado en Roma. Leflon describe la indecisión de Eugenio:
“De nuevo, se vislumbraba la cuestión de viajar a Roma y pasaron tres meses antes de que pudiera tomar la decisión. Aún dudoso, casi renunció al viaje; fue sólo el ruego de los misioneros y en especial las peticiones formales del Padre Albini, lo que le hicieron sobreponerse a su renuencia a lo que consideraba dar un paso temerario. El Obispo Jeancard relata haber habido conversaciones sobre el tema entre el Padre Albini y el Fundador:
Desconozco todos los detalles, pero fueron decisivos en la decisión del Fundador. Más de una vez le escuché admitir:
Finalmente fui persuadido cuando el Padre Albini me empujó con ambas manos, diciéndome: ‘¡Vaya, Padre, vaya!’
La solicitud del Padre Albini, más expresiva con su impulso físico, por el que la corrección dio paso a un sentimiento de un poder sobrenatural, persuadió al Superior General del todo, puesto que lo interpretó como un mandato del Cielo. La fuerza de esas palabras, acompañada por un gesto tan expresivo, de quien la santidad no era un secreto para el Fundador, finalmente trajo la decisión.”
Leflon, Volumen 2, pág. 256
“La decisión es una característica de hombres y mujeres de grandes logros. Casi cualquier decisión es mejor que no tomar ninguna.” Brian Tracy