La “Oblación” significaba para Eugenio ofrecer la vida propia por completo a Dios para extender Su Reino – a pesar del costo personal. No es extraño que en su primer visita a las catacumbas en Roma, se conmoviera profundamente al conmemorar los innumerables actos de oblación heróica.
Después de oír la Misa bajamos a las catacumbas, invadidos de un sagrado temor a la vista de esas galerías subterráneas, donde tantos mártires vivieron y fueron depositados tras su muerte. Dicen que hubo ciento setenta mil; entre ellos, dieciocho Papas. Los cuerpos de San Pedro y de San Pablo estuvieron depositados aquí algún tiempo. Se ve el altar en el que celebraban los sumos pontífices, y otro, bien adentro en las catacumbas, donde San Felipe Neri pasaba las noches en oración. Reconocimos el lugar donde estuvo colocado el cuerpo de Santa Cecilia y el que ocupaba el Papa San Máximo. Después de haber hecho varios rodeos siguiendo a un guía por aquellos subterráneos, todos con una velita que cuidábamos no se apagara, salimos por la iglesia por la que habíamos entrado, y regresamos por la via Appia hasta el circo de Caracalla y el sepulcro de Cecilia Metella. Del circo solamente quedan restos que hablan de su antigua grandeza
Diario en Roma, Noviembre 29, 1825, EO XVII
“El profeta y el mártir no ven a la muchedumbre burlona. Sus ojos están fijos en la eternidad.” Benjamin Cardozo