Volviendo a San Pedro para una ceremonia, Eugenio expresó una convicción que le acompañó toda su vida: la necesidad de que las ceremonias eclesiásticas sean celebradas con dignidad. Como Vicario General y después como Obispo de Marsella, insistió vehementemente en este principio.
3er domingo de Adviento: No me canso de ver las ceremonias de la Iglesia, cuando se celebran con dignidad. Por eso vuelvo con gusto a la capilla papal. El Santo Padre no estaba presente; oficiaba de nuevo un cardenal, y nada es tan majestuoso como contemplar esa noble asamblea.
En medio de esta hermosa ceremonia, expresó su disgusto en que el predicador utilizara el púlpito para hacer comentarios de algunos de los presentes
Después del evangelio, un Padre agustino predicó en latín. Ese discurso no me gustó, ni con mucho, como el que oí el primer domingo de Adviento. Me pareció que ese monje se permitía reflexiones inadecuadas y poco respetuosas por la aplicación que se podía hacer de sus palabras a los cardenales ante los que predicaba. Otros dos monjes que estaban detrás de mí me probaron que yo llevaba razón, con las risas locas con que subrayaban cada alusión.
Diario en Roma, Diciembre 11, 1825, EO XVII
“Cualquiera que piense que sentarse en la iglesia te hace cristiano, debe también pensar que sentarse en una cochera puede hacerte un auto.” ― Garrison Keillor