MIRABA AL PAPA CON OJOS DE UNA FE MUY VIVA

Eugenio asistió a la Basílica de San Pedro para la ceremonia de beatificación de un Capuchino – expresando su admiración por un colega predicador de misiones. Al final de la ceremonia vio al Papa León XII por primera vez.

Debería ir a acostarme, porque es media noche. Pero tengo que deciros que he perdido el correo esta mañana, habiendo sólo escrito un trozo cuando he tenido que salir para S. Pedro, donde quería asistir a la beatificación del bienaventurado Angel de Acri, misionero capuchino. He ahí beatificado uno más de esos misioneros; todos sin embargo tienen el mismo método, y en diez o doce días hacen una misión con todos sus adyacentes y continentes. Eso anima y da esperanzas. 
Me habían asegurado que el Papa bajaría para hacer su oración ante el nuevo Bienaventurado, lo que en efecto ha ocurrido. He tenido pues el consuelo de asistir a la inauguración del santo, al cual me he encomendado, poniéndoos a todos bajo su protección, y de contemplar a gusto al jefe de la Iglesia. No puedo expresaros la impresión que ha causado en mi alma la presencia del Vicario de Jesucristo. Lo miraba en verdad con unos ojos llenos de fe muy viva; por eso he sentido unos sentimientos que ciertamente no han compartido la mayoría de los que me rodeaban y que no miraban sino por curiosidad. 
Rezaba con gran fervor, y yo me unía suavemente a él. 

Carta a Henri Tempier, Diciembre 18, 1825, EO VI núm. 212

 En su Diario personal, confía sus pensamientos:

contemplé a gusto al Santo Padre que postrado en su reclinatorio, rezaba con fervor angelical. Uní mi oración a la suya… 
Eché un vistazo a todos los asistentes. Observé que mucha gente miraba con curiosidad y hasta con interés; no vi que otros compartieran el profundo sentimiento de veneración y dulce afecto que llenaba mi alma. Es el resultado de una actitud de fe hacia la persona del Papa. 

Diario en Roma, Diciembre 18, 1825, EO XVII  

 

“El nuevo papa sabe que su tarea es hacer que la luz de Cristo brille sobre los hombres y las mujeres del mundo – no su propia luz, sino la de Cristo.”    Papa-emérito Benedicto XVI

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