PREOCUPADO TODO EL DÍA CON ESE ASUNTO, ESTUVE INQUIETO

Al día siguiente, sabiendo que el Arcipreste haría sus recomendaciones al Papa, Eugenio se encontraba tenso e inquieto.

“Preocupado sin embargo todo el día con ese asunto, redacté una carta para el Sr. Arcipreste, para que insistiera en recomendar los motivos que le presentaba para que el Santo Padre manifestara la intención de que la Congregación no se contentara con “alabar” sino que la “aprobara”, que no se hace desde hace mucho tiempo. Fui molestado, llovió toda la tarde; algo me impidió llevarla, porque dos veces tomé el sombrero, decidido a desafiar al mal tiempo, y regresaba, por otra razón que el mal tiempo.”

Luego entró en razón y se dio cuenta de que Dios sería quien se encargara del resultado, que necesitaba confiar más en Dios y dejar de buscar otros medios de influenciar la decisión.

“Decidí ir a rezar en la tribuna, mientras suponía tenía lugar la audiencia; no era que creyera que mis oraciones podrían producir el efecto deseado, sino que me parecía como una orden, mantenerme en presencia de Nuestro Señor, mientras la gracia debía trabajar, y el Espíritu Santo inspirar al Jefe de la Iglesia, que decidiría nuestra suerte y la salvación de infinidad de almas.”

Carta a Henri Tempier, Diciembre 22, 1825, EO VI núm. 213

 

Hay una anécdota que presenta perfectamente el espíritu de humildad del Papa Juan XXIII. La noche que anunció la apertura del Concilio Ecuménico, primero desde 1869, no lograba conciliar el sueño. Finalmente, se llamó la atención, diciéndose: “¿Angelo, por qué no duermes? ¿Quién dirige la iglesia, tú o el Espíritu Santo? Duerme.”  Y así lo hizo.

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