Llegó el día en que Eugenio fuera a ver al Sub-Secretario Adinolfi, para averiguar la reacción del Papa. El Arcipreste había recomendado al Papa otorgar un decreto de reconocimiento (laudanda) a los Oblatos, no una aprobación formal.
Sin embargo, el Papa tenía otra idea:
“Pero, ¡admiren la bondad de Dios y únanse todos a mí para aprender! El Santo Padre tenía otra opinión: “No, dijo el Pontífice, esa Sociedad me gusta; se del bien que ha hecho, etc., etc.” Y entró en mil detalles, que sorprendieron grandemente al Arcipreste: “Quiero favorecerla. Elija un cardenal entre los más benignos de la Congregación para que sea el ponente de esta causa; vaya a verle de mi parte y dígale que mi intención es que no sólo se alaben esas Reglas, sino que sean aprobadas”. ¡Oh León XIII! aunque la Congregación rechazara nuestras Reglas, no por ello dejarías de ser siempre considerado entre nosotros como el bienhechor y padre de nuestra Sociedad.”
Carta a Henri Tempier, Diciembre 22, 1825, EO VI núm. 213
Al final de la carta no entregada por Eugenio, dirigida a Adinolfi, había añadido:
“Nota Bene: No fue necesaria esta carta. Antes de que llegara a su destino, el Santo Padre había dicho al Sr. Arcipreste que le gustaba nuestra Sociedad, que quería favorecerla, y su intención era que las Reglas fuesen no solamente alabadas, sino aprobadas. Y encargó al Sr. Adinolfi fuese a entrevistarse con el cardenal ponente (Pedicini) de la causa, para hacérselo saber.”
Carta al Arcipreste Adinolfi, Sub-Secretario para la Congregación de Obispos y Habituales, Diciembre 23, 1825, EO XIII núm. 49.
“¡Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad alegres!” Filipenses 4:4