A lo largo de todos estos días difíciles, Eugenio pasaba el tiempo influyendo en el avance de la solicitud de aprobación de los Oblatos. ¿De dónde provenía la fuerza interna que le mantenía? Se trataba de su lucha constante por vivir unido a Dios y a los miembros de su familia Oblata en Francia. En particular, se trataba del poder compartir profundamente con Henri Tempier, a quien le había escrito:
Parece en verdad que Dios me quiere totalmente entregado a mi tarea y unido a Él, no permitiendo que le ofenda, al menos conscientemente
Carta a Henri Tempier, Enero 4, 1826, EO VII núm. 216
Mi querido Padre Tempier. Comienzo por rectificar algo que mencioné en mi última carta, que sería absurdo y ridículo, si no tuviera la confianza en mi amigo y confidente de mis más secretos pensamientos. Con toda certeza no lo habría mencionado a ninguna otra persona.
Carta a Henri Tempier, Enero 10, 1826, EO VII núm. 217
La necesidad de una amistad profunda era una importante característica en la personalidad de Eugenio. Henri Tempier era el más cercano a él: su primer compañero Oblato, su vicario con los Oblatos, su vicario-general asistente en Marsella, y su confesor, acompañante espiritual e “instructor en la vida” hasta su muerte. Juntos se esforzaron por vivir en unidad con Dios para dirigir a otros a la misma relación. Esta era la fuente de la fortaleza de Eugenio en los momentos más difíciles.
Este espíritu es expresado en nuestra Regla de Vida:
“Sabrá cultivar amistades sinceras que enriquezcan su personalidad de hombre apostólico y le hagan más apto para amar con el corazón de Cristo.” CC&RR, Regla 18b