¿Qué daba a Eugenio la fuerza interna para seguir? Su diario personal reflexiona sobre la misa celebrada en la tumba de Pedro, dándonos una mirada a lo siguiente:
Celebré por tercera vez en el altar de la confesión de San Pedro, con nuevo consuelo. ¡Qué bien estaba en esa cripta! La misa fue algo larga, contando con el apoyo de mi monaguillo, que sabía que su tiempo sería recompensado. ¡Cuántas cosas hay que pedir a Dios cuando se ofrece el santo sacrificio sobre el cuerpo de un apóstol como San Pedro!
La próxima vez que vaya, me ocuparé más de San Pablo; hoy, la fe de San Pedro, su amor por Jesucristo, su dolor por haberle ofendido, los sentimientos de Nuestro Señor para él, las deferencias con las que le enriqueció, el ardiente deseo de participar en todas esas hermosas virtudes, de beber de esa fuente, de adherirme inequívocamente a esa piedra angular, absorbieron toda mi atención. No es que en el Confiteor, al nombrar dos veces al apóstol San Pablo, en las oraciones y en el canon, no me encomendara también a ese gran apóstol, pero me doy cuenta ahora, al examinar mis sentimientos, que sin intención de excluir a San Pablo, y sin advertirlo, mi devoción se dirigió principalmente al príncipe de los Apóstoles, quien se dignó darme unas gotas de consuelo interior que dan una débil idea de la felicidad del cielo. Me parece que habría aceptado morir en ese momento, pero no fue más que un fulgor momentáneo, que dejó huellas en la acción de gracias. No basta recibir esos favores, hay que aprovecharlos y corresponder a la misericordia de Dios, que es verdaderamente incomprensible para pobres y miserables pecadores como nosotros.
Diario en Roma, Enero 16, 1826, EO XVII
“Al igual que una vela no puede arder sin fuego, la gente no puede existir sin vida espiritual.” Buda