Mientras Eugenio esperaba que los cardenales se reunieran para discutir la situación de los Oblatos, continuaba ocupándose de la Congregación Oblata. Comentaré algunas de las cartas y sus preocupaciones sobre las que escribió desde Roma.
Al tratar con las autoridades del Vaticano, se dio cuenta de que no comprendían el sueño misionero global del Oblato, que a pesar de ser un grupo reducido, esperaba algún día llevar el Evangelio a los confines de la tierra.
Eminentísimo, la última vez que tuve el honor de entrevistarme con usted, me pareció entender que pensaba habíamos pedido la aprobación específica de nuestra Congregación sólo para Francia. Sería una equivocación de gran perjuicio para el bien que la Congregación se propone hacer, con la ayuda de Dios, como para no asegurarle con esta carta, que una de las razones principales para solicitar la aprobación de la Santa Sede, es precisamente el vivo deseo que tenemos de propagar los ministerios a los que se consagran los miembros de nuestra Sociedad, a algunas partes del mundo católico donde se encuentren, para ser llamados tanto por el Padre común de todos los fieles, como por los obispos de las diversas diócesis…
Varios miembros de la Congregación irían con gusto a predicar y cuando los miembros sean más numerosos, podrá ser que los superiores los envíen a América, para ayudar a los pobres católicos privados de todo bien espiritual, o para intentar nuevas conquistas para la fe
Carta al Cardenal Pedicini, Enero 2, 1826, EO XIII núm. 51
“Si piensas en grande, grande será.” Emeril Lagasse