LA APROBACIÓN DE LOS OBLATOS: QUE APRENDAMOS A RECORDAR TODO LO QUE DIOS HA HECHO EN NUESTRAS VIDAS

Al reflexionar en el significado de la aprobación para nosotros, Eugenio analiza todo el proceso y ve la mano de Dios en cada paso. En este largo extracto de la importante carta a los Oblatos, Eugenio resume los sucesos que llevaron a la aprobación:

… hemos encontrado, preparado muy de antemano, como nadie había sido capaz de remover, un principio establecido en la Congregación de Obispos y Regulares de no aprobar ya específicamente a ninguna Congregación, limitándose a alabar. Hasta nosotros, nunca el Papa había ido contra este principio, pues el Santo Padre fue el primero en decírmelo; pero también, para nuestro eterno consuelo, fue el Santo Padre quien quiso se derogara a nuestro favor, y esa decisión, nadie se la inspiró; me equivoco, el Espíritu Santo que le asiste es el único que pudo hacerla nacer en su alma, y dirigir su voluntad para que persistiera en ella hasta el final, dirigiendo por sí mismo la marcha de todo el asunto y expresando en varias ocasiones la aprobación que otorgaba a nuestra obra, la cual decía le agradaba y quería ver extenderse.
¿No hay algo sobrenatural en todo esto? ¿Cuándo se han ocupado los Papas de asuntos de esta índole? Se les presenta una súplica que no leen; la remiten a la Congregación, cuyo secretario les hace un informe; la Congregación decide y el Papa aprueba lo que ella ha hecho a favor o en contra. El asunto fue como siempre hasta el informe del secretario, pero el Papa le detiene; lejos de aprobar su informe, le indica su deseo de que nuestra Congregación sea aprobada específicamente, haciéndole el más bello elogio de nuestra obra. El mismo elige al cardenal ponente, para evitar que caigamos en manos de algún otro, y ordena al secretario dé a conocer al cardenal ponente su voluntad en nuestro favor. El secretario, atónito, no sabe qué pensar, no ha vuelto todavía de su asombro y no cesa de decir que nunca se ha visto algo parecido. En el intervalo, entra en funciones el arzobispo de Ancira, se diría que para hacer coro con el Papa; en todas sus audiencias habla de nosotros con el Santo Padre, siempre en forma favorable. El cardenal ponente está encantado de la Regla y del Instituto; más que leerla, la estudia, como lo prueban las ligeras correcciones que propone. Llegan las reclamaciones. El arzobispo, los cardenales y el Papa toman conocimiento de ellas y las enjuician rápidamente, sin dejarme la molestia de replicar, no queriendo siquiera que yo hablara de ello; fueron ellos y el Papa mismo los que abogaron en favor de nuestra causa mejor de lo que yo lo hubiera podido hacer. Para despachar cuanto antes este asunto que le interesa, el Papa, sin dejar se lo pida dos veces, autoriza se estudie en una congregación especial de cardenales, a la que queda incorporado el arzobispo secretario, con voz deliberativa. La decisión es unánime a favor. El Papa la aprueba y la confirma al día siguiente. ¿Qué más necesitamos? “Video caelos apertos” [ed. Ví abrirse el cielo]. En la ejecución de las formalidades, nuevas combinaciones, a cuál más favorable. De ahí se deduce que si la obra encontró adversarios, era porque hacía falta para mostrar el sello de Dios; pero ellos sólo sirvieron para evidenciar más Su protección verdaderamente milagrosa hacia nosotros.

Dándose cuenta de que la nuestra ha sido “una historia de salvación”, Eugenio concluye con la responsabilidad de responder a la acción de Dios.

Esforcémonos por no ser nunca indignos de ella y merezcamos ver cumplidos los designios de la misericordia de Dios en favor de la Congregación y de las pobres almas.

Carta a Henri Tempier, Marzo 20, 1826, EO VII núm. 231

 

“Al recordar lo que Dios ha hecho y sigue haciendo por mí, por nosotros, recordar el camino que hemos transitado;  es lo que abre nuestros corazones a la esperanza del futuro. Aprendamos a recordar todo lo que Dios ha realizado en nuestras vidas.”   Papa Francisco

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