Un compromiso renovado a evitar todo lo que lleve a Eugenio a alejarse del fin de su vida: vivir sólo por Dios.
Retuve este pensamiento del P. Neveu: no hay ni una criatura que, tomada en sí misma, no brinde al hombre una razón para conocer a Dios, un motivo para amarle y un medio para servirle.
El pecado original ha turbado ese hermoso orden, lo ha trastornado. Para restablecerlo, hay que cercenar absolutamente todo lo que nos impide tender a nuestro fin, todo lo que es criminal. Hay que desprender nuestro corazón de lo que puede apartarnos de nuestro fin, es decir de todo lo que es peligroso, por agradable que sea.
Por último, hay que abrazar todo lo que nos conduce a nuestro fin, por molesto que pueda ser.
Notas de retiro, diciembre 1814, E.O. XV n.130