Habiendo reflexionado sobre su propia experiencia de conversión, la meditación del retiro de san Eugenio se dirige a su sacerdocio y a la necesidad de conducir a otros a la misma conversión a través de la calidad de su ministerio.
Pero para trabajar por la salvación de las almas, hace falta que yo sea santo, muy santo:
1º porque sin eso sería inútil intentar la conversión de nadie ¿Cómo dar lo que no se tiene? Hay que dar de la sobreabundancia;
2º una virtud mediocre no aguantaría en medio del mundo, incluso viviendo como yo lo hago. Es de absoluta necesidad que el brillo de las virtudes de un sacerdote sea tan vivo que disipe todos los vapores que se levantan a su alrededor, que atraviese las nubes más espesas.¿No es eso lo que me he dicho al entrar en el estado eclesiástico, al acercarme a ese sacerdocio que yo hubiera debido mirar solo de lejos, de muy lejos? No lo olvidemos, pues. Sirvámonos de todos los medios que Dios nos proporciona para alcanzar ese fin del sacerdocio, la perfección.
Notas de retiro, diciembre 1814, E.O. XV n. 130